Autor:(Hector abad Faciolince)
los días de congoja atiborrarsede alimento. No se asimila y cría grasa la comida en la desdicha. Los brebajes más sanos desprenden su ponzoña cuando son apurados por mujer afligida.
Sana costumbre es el ayuno en los días de desgracia. Sin embargo, en mi largo ejercicio
con frutos y verduras, con hierbas y raíces, con músculos y vísceras de las variadas bestias silvestres y domésticas, he halladoen ocasiones caminos de consuelo. Son cocimientos
simples y de muy poco riesgo.Tómalos, sin embargo, con cautela: los mejores remedios son veneno en algunas.Pero haz la prueba, intenta. No es bueno que acaricies, pasiva,
tu desdicha. La tristeza constipa. Busca el purgante de las lágrimas, no huyas del sudor,
tras el ayuno prueba mis recetas.
Mi fórmula es confusa. He hallado que en mi arte pocas reglas se cumplen.
Desconfía de mí, no cocines mis pócimas si te asalta la sombra de una duda. Pero lee
este intento falaz de hechicería: el conjuro, sí sirve, no es más que su sonido:
lo que cura es el aire que exhalan las palabras.