miércoles, 16 de julio de 2008

A tiro de piedra-8- ONTINYENT

RUTA TURÍSTICAS Y PARAJES NATURALES
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ONTINYENT

La ciudad de Ontinyent se encuentra en las comarcas centromeridionales valencianas, enclavada en el sector occidental de la comarca de la Vall d’Albaida, rodeada de buenas tierras de cultivo y cerca del río Clariano –o río de Ontinyent.

La ocupación humana de su territorio esta documentada desde la época prehistórica. La cueva la Hedra sería uno de los primeros asentamientos conocidos, pero hay unos cuantos yacimientos de finales del neolítico, como el arenal de la Costa, así como numerosos poblados de la edad del Bronce, entre los cuales destaca el cabeço de Navarro; También hay documentadas otros restos ibéricos, sobretodo tardíos, siglos III-I a.C., en las zonas próximas al actual núcleo urbano, como por ejemplo las del teular de Mollà, donde ahora se encuentra el polideportivo municipal.

De la época romana se conoce la existencia de diversos asentamientos agrícolas de pequeña entidad, repartidos por el territorio, como ahora la casa Baixa o el Agrillent. La mayoría son de la época de August o las primeras décadas del siglo I d.C., algunos de los cuales solo perduraron hasta mediados o finales del siglo II d.C., mientras que otros prosiguieron, seguramente, hasta el siglo V d.C., como sería el caso, por ejemplo de Presencia –1 o San Vicente.

Así mismo, ninguno de los asentamientos romanos conocidos hasta ahora se ubica en el que después será el núcleo urbano medieval de Ontinyent, la Vila, a pesar que debió haber alguno en las cercanías por ser un de los sectores más fértiles y con las mejores tierras del término. De hecho, el nombre de Untinyân mismo, claramente preislámico, es seguramente lo que ha subsistido de un nombre de origen latino. Es por eso que cabe destacar el descubrimiento (y excavación parcial) de lo que sería un amplio yacimiento romano en el Llombo –zona inmediata al sur del actual polideportivo–, de amplia perduración cronológica. También se han podido documentar arqueológicamente los restos de un extenso cementerio tardo-romano, o visigodo en el bancal del Cel (casa Calvo), a unos 2 km al sur del núcleo urbano medieval, con cerca de un centenar de tumbas, aproximadamente del siglo VI d.C. Y más recientemente un núcleo de silos de los siglos VI-VII en la apertura de la calle de les Monjas Carmelitas, cerca de la misma Vila.



El siglo XX es la época de las grandes transformaciones de la ciudad. El Ontinyent que se enfila en este siglo es, como el resto de la comarca, de base agraria y la industria es aún embrionaria, a pesar de que destaca el binomio de base textil Ontinyent-Bocairent.

Ontinyent recibe el título de ciudad el año 1904. Antes en 1660 ya había ofrecido la adquisición de esta dignidad, que la vila declinó. El real decreto firmado por Alfonso XIII el 15 de noviembre de 1904 se justificaba de la manera siguiente: “teniendo en cuenta su importancia histórica, la predilección que mereció de mis predecesores, la cultura y laboriosidad de sus habitantes, el aumento de su población y el creciente desarrollo de su riqueza industrial y agrícola”. El periódico Las Provincias (19-XI-1904) hacia una lectura de la realidad que presentaba entonces la ciudad: “es una de nuestras principales regiones vinícolas y sus caldos son reputados como de los mejores y a la sombra de su riqueza agrícola comienza a despertar la industria, la cual no ha de tardar en obtener gran florecimiento (…)”. En ese momento, un siglo después, constatamos que el vaticinio no iba errado, ni un poco: Ontinyent es sin duda la capital del textil valenciano.

El desplegamiento del Estado Español con la Restauración (1875-1931) será débil y difícil, con etapas de avances y de estancamientos. El sistema de la Restauración conoce dos etapas muy bien definidas: una (1875-1917) de hegemonía de los partidos hegemónicos liberales y conservadores, sobre el resto de fuerzas políticas, carlinos y republicanos; y una de crisis (1917-1931) no solucionada del pedazo que significó la dictadura de Primo de Rivera. El periodo se caracteriza por el auge del caciquismo, las manifestaciones del cual a nuestra ciudad hacen ejemplo paradigmático al País Valencià. La norma habitual será ahora la aplicación del artículo 29 de la legislación electoral que sancionaba en la práctica que no se celebraran elecciones: si solo concurría una única lista a los comicios municipales o generales, esta quedaba proclamada automáticamente. El ejemplo de Ontinyent es bien estudiado y conocido.

Pero las cosas estaban cambiando en la sociedad ontinyentina. En el último tercio del XIX asistiremos al surgimiento del movimiento obrero, estructurado básicamente en los sindicatos católicos y tradicionistas, con diferentes manifestaciones en Ontinyent a finales del XIX y principios del XX. De manera simultánea, empiezan a detectarse las primeras manifestaciones del socialismo y de anarquismos, ideologías que tendrán una mayor difusión al lo largo del primer tercio del siglo XX. Un buen ejemplo, los primeros actos documentales del PSOE se producen en 1918, como consecuencia de los graves incidentes de 1917. En este mismo año (1917) se había constituido la sociedad obrera El Trabajo, embrión de la UGT.

La dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) favorecerá el asentamiento definitivo y el crecimiento de un estrato burgués de pequeños empresarios y tenderos. Así mismo, la falta de soluciones en la conflictividad política y social a causa de las numerosas limitaciones del sistema de la Restauración desembocará en la proclamación de la II República Española el 14 de abril de 1931.

El año 1931 la ciudad y la comarca son un feudo caciquista, derechista y católico. A pesar de su fuerte implantación, las fuerzas progresistas siempre fueron minoritarias en Ontinyent. Aún así, las elecciones de febrero de 1931 propiciaron el triunfo de las fuerzas republicanas, gracias a la convergencia de republicanos de centro-derecha y de izquierda, socialistas y anarcosindicalistas. Como en el resto del territorio del Estado Español, la efervescencia social y política caracteriza los años de la II República. El primer régimen democrático pondrá en evidencia las contradicciones sociales, dilucidadas dramáticamente por la via de las armas en el transcurso de la sangrienta Guerra Civil (1936-1939).

El fracaso del golpe de Estado militar de julio de 1936 contra la República abrirá las puertas a un largo conflicto. En las primeras semanas la furia destructiva irá de la mano del anhelo revolucionario igualitarista. Algunas iglesias como ahora la de las Carmelitas fueron incendiadas, otras como Sant Miquel y Santa Maria fueron saqueadas. Sant Francesc pasó a ser prisión provisional. Simultáneamente los escasos elementos partidarios de la revuelta, falangistas básicamente, no pudieron conjurar la masiva movilización de los sindicatos y partidos, de izquierdas y leales a la República. En los primeros meses del conflicto se produce el asesinato del republicano Francesc Montés, dirigentes del partido derechista blasquista o republicano autonomista del PURA. Es el ejemplo del drama de la polarización absoluta que fracturó la sociedad en aquellos momentos. Durante casi medio año los comités controlaran los resortes de poder, hasta que la legalidad republicana normalice mínimamente la situación con la creación de los consejos municipales.

Con la resolución del largo conflicto civil a favor de las fuerzas insurrectas del general Franco se empieza una durísima posguerra. La represión que seguirá a la victoria del bando nacionalista-franquista será feroz. Después vendrá el hambre y el racionamiento para casi todos, y el exilio (exterior o interior) para muchos. El silencio extenso del franquismos se hace omnipresente. La simbología filofascista y de ensalzamiento del nacionalcatolicismo llena todos los pequeños propietarios católicos que habían conformado los grupos derechistas y habían impulsado el sindicalismo católico desde inicios del siglo.

El primer franquismo (1939-1959) es un periodo de autarquía y racionamiento en que el estraperlo (el mercado negro de productos de primera necesidad y de bienes de consumo) conoció un desarrollo muy importante, favoreciendo embrionarios fenómenos de acumulación de capital que serán fundamentales para futuras iniciativas empresariales, vinculadas al mundo textil.

Las transformaciones que estaban empezando a divisarse a finales de los años 50 sentaban las bases en la década anterior. La ciudad se verá inmersa en el período decisivo de la industrialización que se dilatará durante veinticinco años. Ahora, con la autarquía y el aislacionismo franquista se produce la metamorfosis definitiva y acelerada de sociedad agraria en industrial. Simultáneamente se incrementa el fenómeno de la inmigración de gente de Castilla la Mancha y Andalucía oriental. Son años de profundas transformaciones urbanas, tiempo de crecimiento frenético, con la creación de los nuevos barrios de Sant Josep y de Sant Rafael.

La tendencia de proliferación de las masías y los fenómenos de poblamiento disperso por el paisaje agrario del término ontinyentí y del resto de la Vall empieza a invertirse desde los años 50. Las masías, una parte bien significativa de nuestro patrimonio etnológico y arquitectónico, son producto de un ciclo que empieza en el siglo XVIII y que se desarrolla sobretodo en el XIX. A mediados del siglo XX la industrialización origina un progresivo, imparable y rápido retorno al poblamiento agrupado. Desde entonces las masías empiezan a ser abandonadas. A pesar de eso, en los últimos treinta años se observa un fenómeno paradójico: una nueva huida al campo: la generalización de las segundas residencias, las populares casetes. El fenómeno es muy intenso en el término.

En 1927 una extensa parte del término municipal ontinyentí se segrega para constituir el municipio de Fontanars dels Alforins.

Se han de remarcar también las coyunturas difíciles: la epidemia del escarabajo (gripe) de 1918; el grave impacto de la crisis de la filoxera de la viña en la primera década del siglo XX; sequías y malas cosechas; la crisis agraria de los años 30 y la Guerra Civil, por no hablar del hambre y las penurias de la dura posguerra.

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